viernes, 17 de diciembre de 2010

Conmoción

¡Hasta pronto, Galicia!

Me detuve en el límite. Hacía calor, mientras la tarde nos ofrecía el espacio perfecto para dejar a un lado las preguntas, como quien abandona algo innecesario, y concentrarnos en la única respuesta posible: la explosión inesperada de la belleza.

Después volvimos al coche para perdernos de nuevo en la misma sucesión interminable de curvas. Más tarde oscureció, pero en mi retina quedó grabada la brisa, y el silencio tal vez, y las gaviotas que regresaban del mar.

Y no hubo más, tan sólo el halo casi imperceptible de la tristeza.

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