No sé si alguna vez se abrirán los caminos, ni siquiera si debo plantearme tal posibilidad, o tan sólo aguardar en el punto exacto de la supervivencia, mientras todo se mueve alrededor, y pasa y es latido.
Ésta es la mueca de las canciones tristes, la estrofa de los ángeles caídos, otro cheque sin fondos, esa maldita forma de escupir las entrañas y maldecir la vida.
Ésta es la canción del solitario, otro túnel sin luz, otra mirada hueca, otra derrota.
La luz es permanencia, perfil de las mañanas atónitas, cuando todo es principio y tú eres sólo el rastreador que pasea la arena y se detiene y mira, y refleja el instante, y sueña un para siempre que no sucederá.
Hace frío. La tarde y el viento caen sobre mí, y la orilla parece un refugio inútil. Los restos del último temporal dan a la playa un aspecto desolador, como recién salida de un combate. Siento que me encuentro en un límite que no seré capaz de expresar, y aguardo entonces a un pie de la frontera el anuncio de la última luz.