No creas imposible que alguna vez, en el silencio de la noche, vengan a ti las sombras que has sido, cada una de las imágenes que poblaron tus años hasta desembocar en esta orilla, esta cansada inquietud de las incertidumbres, este conocido dolor, esta condena confusa e inútil.
Entonces, convócate otra vez, reinventa los alfabetos de las constelaciones y hazte a la mar una mañana de bonanza, sin más pasión que el vértigo inefable de la singladura.
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