Hay ciudades que soñaron ser mar, barcos sin proa abiertos al empuje constante de la espuma.
Hay ciudades que vuelven al silencio y se quedan en él, maldiciendo su suerte, figurándose futuros imposibles.
Hay ciudades crueles con sus hijos, perdidas para siempre en la reseña triste de una nota a pie de página.
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